27 mayo 2009

¿Votar o no votar? ¿Dilema de la democracia mexicana?

Comentario Dr David Velasco

Miércoles 27 de mayo de 2009

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Es posible que mucha gente se pregunta si votar o no votar, o por qué partido votar, o simplemente por quién votar. Pero es más grave que vayan surgiendo sectores sociales más conscientes que, por ejemplo, llaman a anular el voto o, incluso, proponen modalidades de participación ciudadana que, de alguna manera, el mismo domingo 5 de julio realicen una elección paralela de ciudadanos y entre ciudadanos.

Creo que la gran mayoría de la gente, mayor de 18 años y con credencial de elector, ni siquiera se hace esas preguntas y su postura es de hartazgo hacia todo lo que suene a política y políticos. Valdría la pena que nuestros amigos y amigas radioescuchas al menos se preguntaran con qué grupo se identifican; con los que van a votar o con los que no van a votar, con los que tienen clara su decisión para votar por un partido determinado, o con los que conscientemente van a participar en las elecciones, pero para anular el voto, o todavía más, con aquellos que piensan organizar una elección paralela entre ciudadanos y para ciudadanos, o de plano con los que ni siquiera piensan en ir a votar, o sea, abstencionista activo o pasivo, porque puede haber de los dos. Es decir, hay de todo, como en botica.
Cualquiera que sea la simpatía hacia cualquiera de los diferentes grupos que describo, valdría la pena identificar datos generales del comportamiento electoral de mexicanos y mexicanas en las elecciones recientes.

Por ejemplo, el dato más general y comprobado es que en las elecciones intermedias, es decir, entre elecciones presidenciales, la participación electoral disminuye; pero el dato complementario no es menos grave, la tendencia creciente a la abstención lectoral. Si combinamos los dos datos, no es difícil que nos encontremos con la mayor abstención electoral de los últimos años, con toda seguridad mayor al 50 % y muy cercana al 70% como algunos estudios electorales anticipan. Esta sola comparación, nos lleva a otro dato igualmente relevante.

Cada vez más son menos los mexicanos que eligen a nuestros gobernantes. Un botón de muestra:
Los 15 millones de votos que eligieron a Felipe Calderón, o la misma cantidad y un poco más para Andrés Manuel López Obrador, representan, cada uno el 13% de la población del país. Es decir, que 13 de cada 100 mexicanos y mexicanas eligieron al actual jefe del ejecutivo… Aunque, en la práctica y por algunas disposiciones legales, en realidad sólo fueron 6 o 7 personas las que eligieron a Felipe Calderón, es decir los ministros del tribunal federal electoral.

Con este sólo dato, podríamos comparar casi cualquier tipo de elección en las que, la situación contraria, es decir, donde la mitad más uno de los electores eligió a sus autoridades, es más bien la excepción.

Hay otro dato no menos preocupante. Debido a las reglas de juego electoral, en México, es suficiente que un candidato que obtenga un solo voto y los demás ninguno, para que triunfe.
Además, independientemente de la cantidad de votos emitidos, es suficiente que un candidato gane con un voto de diferencia, sin importar que sólo participó un pequeño número de electores.

Así son las reglas vigentes. Por tanto, más que preguntarnos si votamos o no votamos, por quién votamos o si anulamos nuestro voto, lo que habría que impulsar es una reforma radical del sistema electoral vigente. Por ejemplo, hacer obligatorio el voto; en muchos países así es y sancionan con fuertes multas a quienes no hayan ido a votar y no muestren un comprobante de la causa que impide ir a votar; instalar la segunda vuelta, sólo con dos o tres candidatos con el mayor número de votos; impulsar la revocación del mandato, incluso, la rotación obligatoria de los cargos, la disminución radical o la anulación de los fondos públicos para los partidos políticos y, ¿por qué no?, legalizar el Poder Ciudadano mediante el cual, la gente puede organizar con autonomía la gestión y solución de los principales problemas que enfrenta, como el empleo, la salud, la educación, la vivienda. ¿Es demasiado pedir? Anular el voto no es más que hacerle el juego a los que están en el poder burocrático.

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