06 septiembre 2009

¿Regresando a la intolerancia?

Parecería que regresamos a los años 60 o 70, cuando los diarios locales “ponían el dedo”, decían quiénes eran los malos y quiénes los buenos, a quiénes habría que perseguir y a quiénes habría que dejar libres. La lectura, el viernes pasado, de la nota principal de un diario local (que en los 60, 70 y 80 se caracterizó por su sumisión a los gobernadores en turno) provocó un déjà vu, un volver al pasado, un: “los comunistas se están apropiando de espacios en la ciudad: ¡a ellos!”

¿Cuál es la intención?
El reportaje en dicho diario argumentó que quienes se manifiestan en Jalisco siempre son los mismos. Además, hizo una especie de perfil de los marchantes contumaces: decir a todo no, haber cursado estudios superiores –en universidades públicas, recalca la nota clasista–, estar politizados, presumir ser lopezobradoristas, tener antecedentes penales, de violencia o incluso de fraude, etcétera. La intención del reportaje fue mostrar que, las manifestaciones, son producto no de la ciudadanía sino de líderes que son profesionales en movilizarse y en decir a todo no; líderes que aprovechan, como lobos, cualquier inconformidad verdaderamente ciudadana: y al aprovecharla, dicha inconformidad pierde su esencia.

¿Por qué, dicho diario, una semana después de una manifestación en contra del Macrobús, publica una nota donde desprestigia las marchas?, ¿cuáles son sus intenciones? Seguramente muchas, quizá económicas, quizá es que tiene algún negocio (la familia dueña de dicho medio) en la construcción del Macrobús e intenta desacreditar rápidamente las movilizaciones recientes contra ese medio de transporte. Pueden ser muchos motivos, muchos intereses. Pero algo queda claro: en el reportaje se observa cómo se busca vilipendiar cualquier movilización social.

Marchar, ¿válido o inválido?
En el reportaje se da a entender (usando las palabras de un académico de una universidad privada) que los movimientos u organizaciones sociales verdaderamente ciudadanos utilizan la marcha como última estrategia para lograr sus fines. Por ende, queda la imagen de que salir a las calles no es una mediad “ciudadana”, sino un acto realizado por los que se “montan” y se “aprovechan” de las inconformidades ciudadanas (como si los ciudadanos fueran todos tontos y cualquier persona se aprovechara de ellos).

Sí, en Guadalajara hay ciertos liderazgos que están ahora manifestándose acá y después manifestándose allá. Y es claro que la mayoría de quienes salen a las calles y marchan son los mismos. Esto es un problema, porque no se ha podido unir a más personas, porque las diversas luchas no se han relacionado con otras luchas, ni han apoyado (sin querer dominar) otras inconformidades.
Eso los diversos actores sociales lo debe analizar y plantearlo críticamente. Igualmente se deben preguntar sobre el impacto de las marchas. Raúl Zibechi, en su magnífico libro Dispersar el poder, menciona que lo importante es la potencia de cambio de las personas; además, agrega:
“No son las manifestaciones y las marchas rituales las que cambian a la gente, aunque es bien cierto que, en algunas ocasiones, las acciones de la calle pueden encarnar las potencias del cambio”.
Se precisa una reflexión (dentro de quienes suelen manifestarse) de los impactos de las marchas y de las diversas formas de protestar. Ello, sin embargo, no invalida que quien quiera puede manifestarse por algún motivo y apoyar una causa, acompañarla. Y para mí, eso es sano. Quizá no tan efectivo como antes, pero ayuda a construir algo que me parece, en Guadalajara, aún no se ha construido: tolerancia y solidaridad.

Lo ciudadano versus lo político
Lo ciudadano es bueno, puro y límpido. Diáfano. Lo político es sucio, feo y despreciable. Oscuro.
Esta idea es común en varios sectores de la sociedad. Parecería que ahora lo in es ser ciudadano. Acercarse a un partido político, pensar en “tomar el poder” o relacionarse con “políticos” es traicionar lo ciudadano. Esta idea, muy fuerte en ciertos círculos progresistas, me parece que ha sido utilizada por la derecha. Y el reportaje del diario local mencionado lo muestra nítidamente. A partir de dos entrevistas hechas a dos académicos (que podríamos llamar progresista), se utiliza esta idea de “pureza” ciudadana para desprestigiar cualquier lucha social.

A veces tengo la idea que el discurso (político) de “lo ciudadano” es una forma de impedir, a los ciudadanos mismos, adentrarse a los puestos considerados “políticos”: si una persona con carisma dentro de un determinado grupo busca un puesto de elección popular, ha traicionado lo ciudadano y por lo tanto se ha alejado de ello y se ha colocado en la lógica del poder (como si abajo no existiera poder). Es decir, para los ciudadanos debe estar vetada la representación política. ¿Será? ¿Acaso es imposible ser ciudadano y poseer una curul y desde ahí luchar por los ciudadanos? Se supone que los partidos políticos son el instrumento de los ciudadanos para acceder al poder, ¿por qué los ciudadanos lo dejaron a merced de unos cuantos?, ¿por qué no se recuperan?, ¿por qué están ahí, siendo utilizados por una élite? Quizá sea un error pensar que lo ciudadano también es político y que desde la ciudadanía, o desde abajo, o desde el pueblo (como se quiera decir), pueden recuperarse espacios “políticos” para los muchos. Quizá sí: es un error. Y, sin embargo, así lo pienso.

¿Y cómo se llama ese delito de manifestarse?
El reportaje citado viene acompañado de una editorial, la cual concluye de la siguiente manera:
“Si la autoridad conoce el perfil de esos ‘líderes’, a quienes se les ve en todo tipo de manifestación; si incluso cuenta con un padrón de ellos, es inexplicable que no proceda, haciendo uso de sus facultades legales, para ponerles un freno y evitar así que continúen dañando a la sociedad. Simplemente, la aplicación de la ley”.
Es preocupante pensar que las autoridades estatales o municipales han elaborado un “padrón” de los manifestantes, que se les ha investigado. Y es también preocupante que un diario (el más longevo de la ciudad, por cierto), inste a reprimirlos y a encarcelarlos. ¿Bajo qué delitos?, ¿el manifestarse (se tenga o no razón)?, ¿el salir a las calles?, ¿el participar en una, dos, diez marchas? ¿Qué delito se comete?
Ojalá las autoridades den una explicación. Y ojalá la den rápido, porque el futuro próximo se mira lleno de nubarrones (color pobreza, desempleo, iniquidad y carestía), y más y más personas saldrán a las calles (con o sin líderes). Y ya, desde las autoridades, parece ser, se prepara un camino lleno de toletes, escudos y “respeto al derecho de terceros”.

Jorge Gómez Naredo - La Jornada Jalisco

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