Durante la ceremonia por
la promulgación de la Ley General de Víctimas, la Presidencia de
permitió que decenas de familiares de personas desaparecidas o muertas
se manifestaran en la Residencia Oficial.
Familiares de desaparecidos exponen al Presidente sus casos. (Foto: Proceso/ Germán Canseco)
Es un acto inusual en Los Pinos. En el salón Adolfo
López Mateos –al que para llegar, se tiene que pasar al menos por un
detector de metales-, pasaron los carteles, las manifestaciones y los
reclamos de familiares de víctimas de la violencia y desaparecidos, la mayoría agrupadas en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad u otras organizaciones civiles que buscan a sus seres queridos, a los que parece se los tragó la tierra el sexenio pasado.
Son aproximadamente cien deudos, quienes fueron invitados a la firma de la Ley General de Víctimas, con la que el Estado se comprometió a apoyarlos económica y jurídicamente.
En
las manos traen sus inseparables carteles, con una o varias fotografías
de quienes buscan, además de sus nombres y el último lugar donde fueron
vistos.
“Carlos Palomares Maldonado, desapareció el día
22/sep/2010 en México, DF”, se lee en una manta que es alzada apenas
termina el acto encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto, quien
continúa en el salón.
Otros no se esperaron y alzaron sus carteles
o fotografías desde el inicio; las mostraban a los medios, con la
esperanza de que alguno la vaya a difundir en el lugar correcto.
Con el expresidente Felipe Calderón no se permitían este tipo de expresiones en actos oficiales. El propio Javier Sicilia reconoce el gesto del nuevo gobierno.
“
Hubo una muy buena sensibilidad por parte de Gobernación y eso está muy
bien porque no dejar entrar a las víctimas con las fotos de sus
desaparecidos o muertos, es simplemente insultarlas, criminalizarlas,
despreciarlas, esto es el signo de su presencia”, expresó.
“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, sueltan el grito, primero unos cuantos y después otros se suman.
El
coro lo escucha Peña Nieto, a quien abordan los familiares de otros
desaparecidos o muertos, quienes le hacen diferentes peticiones, le
entregan papeles y le exigen justicia, algunos con las miradas frías,
otros con los ojos crispados, en medio de hombres con gafas oscuras,
miembros del Estado Mayor Presidencial.
“Hay muchas leyes pero no hay justicia”
La
mayoría de los rostros que visitan este miércoles Los Pinos son
conocidos: varios de ellos han recorrido el país en la Caravana por la
Paz, en búsqueda de los suyos y por solidaridad con los otros.
Su
peregrinar tiene una parada inusual, la Residencia Oficial. Desde el
sexenio pasado, no han cesado de buscar a sus desaparecidos o exigir
justicia para sus muertos.
Ahí está Brenda Rangel, de Fuerzas
Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila, quien reclama: “Hay
leyes, hasta la fecha hay muchas leyes, pero no hay justicia y nosotros
queremos justicia porque no hay ciudadanos de primera, de segunda o de
tercera, desgraciadamente no somos apellido Martí, no somos Fernández de Cevallos, no somos Moreira
pero somos miles de familias buscando a sus desaparecidos, nosotros
queremos que hagan una búsqueda inmediata de todas las personas
desaparecidas”.
“Desapareció Fernández de Cevallos y hasta perros y
helicópteros lo andaban buscando, a los nuestros ni siquiera una
patrulla, una miserable patrulla, es muy triste, es muy lamentable que
hagan distinción entre ciudadanos”, agrega la mujer que busca a su
hermano Héctor desde noviembre del 2009, “levantado” en Monclova, donde
se le vio por última vez.
“Yo quisiera que me lo explicara el
gobierno federal y el estatal, ¿qué es lo que está pasando en el país?,
¿por qué están desapareciendo tantas personas de todos los niveles
sociales?, es terrible todo lo que se está viviendo hoy en día porque
hay desaparecidos de todas las edades”, comenta, con la voz
entrecortada.
La búsqueda continúa
La señora María Herrera –la
misma que consoló el expresidente Felipe Calderón en los “diálogos por
la paz” de junio del 2011- quien tiene cuatro hijos desaparecidos, dice
en entrevista que la Ley de Víctimas es una buena señal, pero su paz
depende de que se haga justicia.
“Yo tenía mucha confianza (en Calderón), tenía mucha certeza en que iba a haber algo, que antes de irse, me iba a entregar a mis hijos, pero vea, mis brazos siguen vacíos,
mi corazón sigue igual, lleno de dolor, sigo en el mismo túnel, en el
mismo callejón sin salida, sigo en mi búsqueda, que yo la veía
interminable, pero ojalá que ahora sí hagan lo humanamente posible para
recuperar a nuestra familia”, expone entre lágrimas.
Fue el día en que en Los Pinos, además de permitir las manifestaciones, dejaron entrar al dolor.
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